Para poder volver a casa algún día, primero tendrás que
marcharte.
Te vi subir por la cuesta que lleva hasta las primeras
viviendas. Había pasado mucho tiempo, quien sabría decir cuánto, pero te
pareció que los prados y las tierras de labor tenían los mismos límites,
idénticos colores, los árboles quietos en los enclaves de siempre…
En el margen de la carretera, sobre un mojón de piedra,
te sentaste a esperar y echar un rato. Te miran al pasar, te saludan, pero ninguno
te llama por el nombre antiguo. Vigilas distraído el que fuera el hogar
familiar, hoy habitado por venideros desconocidos de los que apenas sabes, que
encuentran las marcas secretas que tú dejaras a lo largo de la finca y pasan de
largo sin advertir en ellas códigos del destino…
Aparece entonces un coche que se detiene. Abren el portal
y señalas con el dedo en su dirección: esa es tu casa, esa tu hija y ese tu
hijo, ese es tu perro, esa tu esposa…ese que carga las bolsas de la compra eres
tú…
Una bandada de pájaros en formación rompe el aire de la
tarde. Se encienden luces amarillas en las ventanas. Detrás de las cortinas se
mueve la vida.
Te tienes que marchar, es la hora, pero al romper el
nuevo día sigues varado, perdido en un presente que no encarnas, que no puedes
dejar de contemplar mientras pasa. Imposible, atrapado, firme…
Señalas con el dedo: esa es tu casa, esa que cuelga la ropa es mamá, esos los cerezos que
plantaste con papá, ese perro que juega te conoce, esa
hilera de lechugas te pertenece, y ese que corre en pantalón corto eres…
Y tú, soñando con los ojos abiertos la mañana que al fin
te marches para poder volver algún día…
Me gusta su mirada, escéptica, inteligente, reflexiva, critica.
ResponderEliminarMirar y decir lo que vemos es una forma de supervivencia. O de estar vivos.
Guardo su blog en el mío. También es mirada.
http://www.lashojasvuelven.blogspot.com.es/