A las puertas de Mayo soñé que era Diciembre, y que los
pétalos de las flores tornaban en copos de nieve.
Agujereado el corazón como un colador, pensé que restaba
la opción de nadar hasta Octubre en una costa don de aun volviese a ser
primavera. El salitre de los ojos no se lava precisamente con lágrimas. Nadar es un
deporte de riesgo si el desafío implica un océano.
Al terminar la noche desperté a media tarde en una playa
perdida en Julio, salpicada de Septiembres. La arena mojada marcaba el límite
del horizonte. Uno tras otro vi pasar todos los inviernos en procesión
silenciosa y por no contrariar el rumbo que llevaban, maldita pereza, me fui
quedando solo y sin tiempo que pisar.
Otra vuelta más en la cama, y ya llegamos...