martes, 24 de abril de 2012

Comuna 13


Haz a los otros lo que te gustaría que te sucediese a ti.

Jorge Iván López es profesor en el Centro de Simulación en Salud de la Universidad de Antioquía y la Comuna 13 es un arrabal de casas de ladrillo vista donde habitan más cien mil y la balacera es el pan nuestro de cada día.

Como los caminos del señor son inescrutables, todo encuentro es posible en un mundo imposible.

Con frecuencia, cuenta J, hay tiroteos con damnificados que no reciben asistencia médica porque los sanitarios temen perder su vida a cambio y no se aventuran en la noche, por muchos latidos que emita la herida ajena…

Fue así como la necesidad les hizo pensar en una primera respuesta médica, indemne a los riesgos del conflicto. Primero formaron policías en asistencia sanitaria básica; éstos asistían desarmados a cursos en la Facultad de Medicina. El siguiente paso fue dotarlos de un equipo remoto a través del que comunicar problemas y recibir soluciones paso a paso. Teleasistencia sanitaria,  el policía en la calle y el médico en su consulta. Ubicada cada cosa en su sitio, la medicina rinde frutos.

www.teinteresa.com

El piloto se realiza en la Comuna 13 porque es la más difícil, si funciona allí funciona en todas partes, dice J con aire de lógica aplastante…El policía ya no es visto sólo como un elemento coercitivo, remacha...

El Centro, además, tiene otros planes asistenciales de primera necesidad. Disponen, por ejemplo, de un remolque móvil donde imparten docencia a población rural, en zonas donde es muy posible que si pisas mal te estalle una bomba bajo los pies…La primera respuesta es cuestión de vida o muerte, porque el consultorio más cercano puede estar a quilómetros de distancia.

Así se anda el camino en el país de nunca jamás. 

Gracias profesor, hasta la próxima.

miércoles, 18 de abril de 2012

Botero


Medellín obra con amor, reza el lema de la alcaldía.

La plaza Botero representa, en su ubicación central, el final y el principio de la ciudad. Final porque en su privilegiada situación había sido abandonado a su suerte por la ciudadanía, replegada a los nuevos y más modernos barrios, y tomada en esa retirada por la descomposición y la anomalía.

Hoy, en cambio, un extraño brillo surge de sus adoquines. Convierte este simbólico lugar en el punto estratégico desde el que reiniciar el tiempo detenido, transcurriendo en favor de las sombras. Allí se toma el pulso al paciente, se estabiliza y se le invita a levantar la vista hacia el futuro.

Fernando Botero donó 23 figuras en bronce, grandes y sensuales, que hoy conquistan la plaza e inauguran el diálogo con el transeúnte. No estás sólo. Las calles te pertenecen. Después, está el museo de Antioquia. Allí se guarda una parte destacada de las obras del artista. Obras en su mayoría de su autoría creativa, pero también de otros; regaladas, donadas, entregadas a sus conciudadanos por Botero…

Obra de Fernado Botero, perteneciente a la exposición Vía Crucis, recientemente donada por el autor al Museo de Antioquia.


Se regala lo que tiene enorme valor para uno. Lo otro es, de una u otra forma, estrategia. El amor de verdad no espera nada a cambio. Fernando Botero regala a su ciudad la totalidad de su esperanza, una brizna de aire nuevo con la que aprender a respirar otra vez. Su amor a cambio de nada material.

Es evidente que, así las cosas, ningún destino puede ser aciago ni nada se puede temer en el paseo por las calles. Entra la luz y desplaza la sombra.

En la valla del campus de la Universidad de Antioquia, recita un cartel…Cuida tu alma... 

Es una ciudad cargada de señales para el que quiera leer.


domingo, 8 de abril de 2012

Medellín


Nuestros pensamientos inician nuestras acciones.

Cuenta la crónica que Medellín vivió asolada por la violencia durante la década de los noventa. Narcotráfico, guerrilla, paramilitares; distinta canción, idéntico estribillo. Dicen las cifras que el número de muertes violentas por año superaba los seis millares.

En el año 2004, Sergio Fajardo, hoy Gobernador de Antioquia por el partido verde, se hizo con la alcaldía. El plan de regeneración trazado contenía palabras como educación, cultura, emprendimiento…Todo muy sencillo, se trataba de dignificar la vida.

El altavoz del metro de superficie transmite consignas del tipo: ceda por favor su asiento a quien le parezca que más lo necesite…si habla por teléfono, le invitamos a conservar la intimidad de su conversación…Preguntas en la calle por una dirección y por lo general la gente te responde con mucho gusto, que tenga un buen día. No paro de preguntar.

Haz de tu vida lo que quieres que sea tu ciudad. Contagia. La vida buena empezará de a poco a brotar, a partir de ahí la cadena no se para.

Columnas de frágiles casas se extienden por la ladera de las montañas y en algunos lugares puedes ver, desde el metro, como ponzoña variada se acumula en el margen del río. Hay lugares por los que no me atrevo a caminar ni con la imaginación.

En el rincón más insospechado apareció una biblioteca. El jardín botánico es de entrada libre. Por doquier florecen los espacios de convivencia y encuentro.

La recepcionista del hotel me desaconseja visitar algunas zonas emblemáticas por su peligrosidad. Me insta a tomar taxis para ir y volver de los sitios. Agradezco sus palabras y tomo nota. Hay lugares a los que hoy no iré pero mañana sí. Caminé  y tomé el metro, pero no por rebeldía o imprudencia, sino porque es la única forma que tengo para contribuir a transformar el miedo en dignidad ciudadana.

miércoles, 4 de abril de 2012

Ceniza



¿Cómo reconoceremos lo que es de verdad?

Algunas puestas de sol, la única mano amiga que queda cuando ya nada se espera, el silencio cómplice de tu secreto…poseen, de forma innata, tan extraña propiedad. También las Fragas do Eume, a principios de primavera, saben qué responder.

Tal esencia no se explica por su física, ni por su química. No depende del electromagnetismo. Nada tiene que ver con lo cuántico. Es más bien un estado puntual y pasajero del alma. El instante mágico en el que uno sabe que las cosas son así, por pura sencillez.

Conocí un tipo que se apresuraba a pisar cada colilla que encontraba brillando en la acera. Temía que en un descuido cualquier tarado incendiase el mundo.



El sábado, en la azotea, levantabas la cabeza y podías ver como el monte se evaporaba en una inmensa nube gris que engordaba como un obeso fuera de control. El olor a quemado aun no se me quitó de la sangre.

1.000 hectáreas incendiadas no pueden liberar tal magnitud de energía y que todo siga igual. La onda expansiva terminará por borrarnos de la faz de la tierra y entonces sí, la vida continuará, después de un bostezo, como si tal cosa, mientras se sacude el polvillo de ceniza del traje nuevo.

Van tres días desde entonces y aun no pude encontrar un adjetivo para describir el paisaje después de la batalla. Será que no cabe.

Foto: Ángel Manso. La Voz De Galicia.