¿Qué les estaba contando?
…entonces aparté la cortina, abrí la puerta
y salí a la terraza como quien se aventura en un descampado. Era una mañana
discreta, el parque estaba vacío, corría el viento desconsolado, haciendo ahora
remolinos, ahora tirabuzones, y en el
cielo la luna se resistía a abandonar el escenario. En su testarudez, se había
plantado desafiante delante del sol. Sabía que no resistiría mucho el envite,
pero mientras tanto, ahí estaba ella.
…y de pronto todo se detuvo, quietud y silencio
en el exterior, como si el tiempo hubiese sufrido una parálisis. Las aves
migratorias cesaron el camino alentado por la primavera, aquí y allá se fueron
posando desganadas. El aire se tornó espeso, cargado de magnetismo. Los arboles
se inclinaron con cierta tristeza. La luz se atenuó. La fisiología corporal se
fue aletargando en un melódico decrecer. Las palabras se agotaron. El horizonte
adoptó un tono herrumbroso. Las hormigas quedaron insólitamente firmes, en una
hilera desmesurada. Las abejas se acuartelaron en sus enjambres. Las sombras,
comenzaron a evaporarse…
…y todo así, hasta que la luna dijo basta,
viéndose superada por la magnitud de su desafío.
Desde entonces, confieso que oigo a todas
horas una voz en mi interior que me va susurrando a cada paso: calma, todavía no, aguarda, un segundo más,
espera…