Esta historia merece mil hojas pero las historias
que más me gustan apenas ocupan media cuartilla.
Marila no nació sola, trajo compañía. Pese a ser de
inicio dos, parecieron a toda luz una nada más; primero porque a ella no se la
veía y nadie apostaría por un futuro más allá de la semana, después, porque
contra todo pronóstico, la vida de su igual se fracturó a las primeras de
cambio y Marila se quedó sola.
Esa fue la primera vez, pero no la única. La vida
tiene un camino para cada cual y nadie lo puede andar por ti.
No pasó mucho tiempo hasta el siguiente alto en el
camino. Tras la temprana perdida de su madre, su padre contrajo un segundo
matrimonio y cambió de casa. M, su nueva madre, se esmeraba en su cuidado pero
ella estaba demasiado ocupada gestionando tanta sorpresa en su vida.
Allí se fueron los años y en la siguiente parada nos
encontramos a Marila cosiendo. Todo consiste en ir uniendo trozos pequeños para
hacer trozos más grandes. Cose para un ballet de relumbrón y agarrada a los
hilos va recorriendo el mundo y sus puertos: Atenas, Buenos Aires, Sao Paulo,
Montevideo…
Como tanta vuelta mareaba, pronto se hizo prudente
un nuevo alto en el camino. En esta foto Marila contrae matrimonio. S, su
marido, acababa de volver de Liverpool, otro puerto, para trabajar en los
astilleros. Se buscaron una casa en una villa sobre el mar y Marila encontró
acomodo al otro lado del mostrador de un estanco. San Nicolas, le dicen aun.
La primavera de su vida trajo dos flores como dos
soles, atienden por V y A. Dos ojos a través de los que mirar el mundo. La vida
fue yendo, porque siempre se abre camino. A la orilla de su casa se sucedían
mareas y estados de la luna.
Un día su padre se subió a un tejado contra toda
opinión y salió del mundo volando. La teja que intentaba colocar aun nadie se
atrevió a devolverla a su sitio. Otro día hubo que vestirse de negro por la
perdida de una hermana, que cedió cansada de tanto cansancio.
Así, ligera de equipaje, Marila se fue tornando
liviana como los sueños que más cuesta soñar. Y en pleno otoño, con los árboles
ya desnudos, una tarde de viento e inclemencia, nos tocó recoger del campo el
cuerpo marchito de S, que aun sigue presente pero no siempre se le ve.
Entonces, pasito a pasito, llegamos a hoy. Cuando se
caiga la tarde y el sol desbarranque en el horizonte, Marila bajará la verja
del estanco San Nicolás. Mañana estará jubilada.
Quiero pensar que con el cierre ya echado, se quedará mirando un rato la plancha metálica afianzada contra el suelo y que solo entonces, como en un relámpago, descubrirá que la vida está a punto de empezar.
Quiero pensar que con el cierre ya echado, se quedará mirando un rato la plancha metálica afianzada contra el suelo y que solo entonces, como en un relámpago, descubrirá que la vida está a punto de empezar.
Que resta mucho camino por delante. Que es siempre primavera y sus flores.