domingo, 24 de junio de 2012

San Juan


Desconecta del pasado para tener un futuro.

La receta dice que cinco minutos bastan para soñar toda una vida.

Si la fortuna te da la espalda, si los vientos no descubren nuevos horizontes, si las noches no se alivian con el amanecer, si siempre nunca es bastante, ni mucho ni poco sirven para tu contento, has de saber que existe una estrategia mágica donde la luz gana a la sombra.

Busca cobijo en la noche más corta y hazte fuerte en ella. Anuda un puñado de recuerdos sobre astillas de maderas nobles, papeles viejos que ya no hablan de ti, fotos lastimosas, ramas secas laceradas por la intemperie, aquel mueble ruinoso que hizo las veces de mesilla en la infancia, travesaños aquejados de polilla y nostalgia, alguna que otra carta de amor descosida por fin del corazón, el tiempo que solidifica al pasar.



Deja que se vaya lo malo. Respira hondo. Acerca la llama sobre la pira funeraria. Permite que fluya el fuego y que tu espíritu se lave con el humo purificador. Vuela.

Después, que el despertar del nuevo día te sorprenda en tierra extraña; piel tiznada, ropa hecha jirones y la mirada aun caliente, titilante del guerrero que ha vencido la batalla de sí mismo.

Todo arde y la vida está a punto de empezar otra vez.

lunes, 18 de junio de 2012

Precio

Érase que se era,  una vez y otras muchas también, una tierra tan pobre, tan pobre, tan pobre que para cada cosa, exitía un precio. 

lunes, 11 de junio de 2012

Crematorio


Solo tu experiencia te pertenece

Todos esos maravillosos momentos…

…mamá, el día de tu nacimiento, las tardes de verano en las que no se atrevía a anochecer, un vestido blanco para estrenar, mañanas de domingo, la lluvia y sus días, desayunar en la cama, el primer amor revolviendo el corazón, kilogramos de sonrisas, las noches de frío y el peso de las mantas, crecer, un sí quiero, 6 días laborables y un festivo, las fiestas en agosto, el sentimiento íntimo de llevar algo propio en el vientre, el sabor de la fruta en primavera, nochebuenas, el olor de la hierba después de cortada y el de la tierra recién mojada, comer en familia, gente que va y viene, la pérdida que no cesa, la piel que se desvanece, las mañanas y las tardes que no entiendes, el cansancio de las jornadas iguales y la alegría de los días distintos, la gente que se marcha sin avisar, los amigos que llaman por teléfono, aquel invitado que venía a cenar en las noches más inopinadas, lo que más queremos, el calambrazo de un timbre, el ritmo emocionado de tu corazón maltrecho, un día para el fin del mundo…

…todo convertido en polvo en apenas tres horas de crematorio.

O no.

miércoles, 6 de junio de 2012

Deriva


El canto desacostumbrado de un pájaro mensajero te puede salvar la vida. En el último momento, cuando ya nada se espera.

Recordó haber oído o leído que tras el maremoto de Japón, meses después, un pesquero oxidado, corroído por la intemperie, había llegado con rumbo cierto frente a las costas de Canadá. La fuerza de la ola lo había puesto en marcha y la deriva hizo el resto.

Cosas que cuando se mueven ya  no pueden pararse.



Levantó la cabeza hacia su espalda y escudriñó la pared de rocas por la que había descendido hasta la orilla, a veces con las manos en los bolsillos. Fuera, media docena de pesqueros levantaban las redes y cambiaban de ubicación. En el suelo raso del mar florecieron las aletas de una pareja de delfines.

Allí estaba, por fin. El sol declinaba, limitando arriba y abajo con una franja horizontal de nubes. Tuvo a bien iluminarle, como un foco sobre un escenario. Bueno, estaba hecho, consistía en avanzar medio paso sobre las rocas descubiertas por la marea baja, entrar vestido en el océano y nadar hacia dentro sin prisa, sin destino.

El frío haría su trabajo pronto. Llegado el momento la boca cedería y permitiría la entrada del líquido salado hasta hinchar las entrañas. Sería algo rápido. Después el mar jugaría con el cuerpo inerte a su antojo, toda la noche tal vez, y por lo mañana lo posaría mansamente sobre la arena.

Todo ha terminado, pensó.

Imaginó la deriva, la filigrana de improbables que hasta allí lo habían conducido. Levantó el pie, sintió la humedad y desde un lateral llegó el gemido afónico de un pájaro negro, pequeño, despeinado, que lo miraba fijamente a los ojos.

El sol se puso y al mismo tiempo amaneció al otro lado del horizonte. Cosas que cuando se mueven ya no pueden pararse.

En las próximas horas, en lugar lejano, Venus cruzaría parsimonioso por delante de la estrella amarilla. Algo que sólo sucede tres veces cada mil años.

A lo mejor merecía la pena esperar un rato.