miércoles, 24 de octubre de 2012

Ángel



En esta geografía donde habito no existen las medianías ni los entretiempos: o verano, o invierno.

Rápidamente el otoño tomó cuerpo de temporal e invernó de la noche a la mañana. En las papeleras florecen los paraguas quebrados, por las calles discurren mareas descontroladas, las hojas de los árboles se tiran de cabeza al suelo.

Huyendo del vendaval, mientras esperamos a que amaine, me cuentan la historia de A., un personaje corriente entre la multitud.

Hace y tantos años que trabaja en la cocina de un restaurante, a ración diaria de 12 horas. Un día cualquiera su esposa le dice que hasta allí han llegado, reparten adioses, recuerdos, objetos resumen de una vida y cada uno camina por su lado. En primera instancia A. decide vivir solo pero en corto plazo recibirá en acogida al hijo primogénito que ya es mayor de edad y en los últimos tiempos coqueteó en exceso con las drogas.

- No pasa nada. - dice A. Seguimos...

Como la vida siempre ofrece tregua, hasta en el más crudo invierno, al corazón que lo merece, A. acaba encontrando cobijo en brazos de una nueva pareja con la que pronto se dispone a compartir. Lástima que la vida también sepa morder, así que su chica trae cara oculta pues convive a diario con esa mirada distinta que es la enfermedad mental.

- No pasa nada.- dice A. Seguimos...

Para entender el lenguaje de la vida, A. lee desordenadamente por las noches, trabaja a destajo por el día y arrastra a todas horas infinito sueño por dentro.

A veces, en la cara de la gente, uno puede ver personas. Estén atentos a los alrededores, el señor con el que comparte usted asiento en el autobús o en la consulta del médico, puede ser un ángel vestido de paisano.

No para de llover. Me parece que es hora de mojarse.

viernes, 19 de octubre de 2012

Oración



Bienaventurados los caratriste, los elegantes de corazón, los rengos de espíritu.

Bienaventurados los hacedores de sueños sin sueño, los viajeros sin lugar en el mundo, los cansados sin descanso.

Bienaventurados los arrepentidos impenitentes.

Bienaventurados los nostálgicos desmemoriados y los que no saben bailar solos.

Bienaventurados los errantes sin error, los verdugos enamorados, los alérgicos a la alergia.

Bienaventurados los que nunca han besado pues de ellos es el mañana.

Bienaventurados los amarrados a la nada y los que nada consigue amarrarlos.

Bienaventurados los que perdieron la palabra y los que la palabra los perdió a ellos.

Bienaventurados los invisibles, los sin nada, los hambrientos por convicción, los sin tierra enterrados, los huérfanos sin pena, los poderosos con reticencias, los desaparecidos, los más buscados, los okupas desocupados, los borrachos serenos, las putas porque sí, los niños de la calle y los que solo juegan en sus casas, las maltratadas y sus doloridos maridos, las violadas sin querer, los sin papeles empapelados por el mar, los ejecutados sin sentencia, los torturadores sin vocación, los indígenas apátridas…

Bienaventurados los imposibles sin posibilidades.

Ay, pero desamparado tú, que me miras desde el otro lado del espejo, solo y sin amor…

lunes, 15 de octubre de 2012

Fabián



Dice Warhol que un artista es una persona que produce cosas que la gente no necesita pero que por alguna razón cree que es bueno dárselas a los demás.

Dice Aldecoa, Ignacio que el creador auténtico está solo, total y definitivamente solo; es un animal de fondo al que no lleva la corriente. Y esa es su grandeza y su aventura.

Llueve. Te quedan por delante cuatro horas de viaje lo menos. Así que conectas la radio y buscas una emisora cómplice donde sabes bien que, a esa hora, es fácil que lancen al aire canciones como arco iris.

Te presentan un cantante cualquiera. Un tipo que dice habitar en una ciudad de provincia con nombre de felino. Porque se puede ser artista y vivir honestamente sin residir en el centro del mundo, ni dedicarte en cuerpo y alma a ser lo más de lo más posando. Basta con escribir canciones donde cada palabra es capaz de arrastrar la siguiente, musicarlas con destreza, armonía y una pizca justa de brillo, llevarlas al escenario con cuidado de no romperlas, tan frágiles que son.

Escuchas la primera y es como si alguien te hubiese puesto la yema de su dedo sobre la fina piel del corazón. Llueve. De la segunda también sales indemne, pero algo te dice que la voz que canta como quien cuenta secretos, viene para quedarse.

¿Cómo haremos para conocer las cosas que creemos importantes?

El camino se deja hacer. El cálculo de horas previstas no defrauda.

Otro día, buscas aquel músico en la computadora y no te cuesta mucho dar con él.

Puedes comprar en la web sus discos autoproducidos. Es sencillo. Puedes escuchar sus canciones tantas veces como quieras. Es de agradecer. Puedes participar en la financiación de su próximo disco…

Te fascina la gente así. Aquellos que son capaces de caminar una vida sin más viático que el arte que les corre por las venas. Sin atender a razones, ni a reglas de juego. Sobreviven simplemente porque están convencidos de que hacen justamente eso que han venido a hacer al mundo y ninguna otra cosa.

Te descargas Adios Tormenta. Te subes al coche. Lo conectas. Llueve. Así da gusto conducir, sabiendo lo que te espera detrás de cada curva.

Más poesía por favor, que el mundo palidece.


jueves, 11 de octubre de 2012

Fin



Después de un punto final, no hay nada más que espacio en blanco…donde, por cierto, podrías seguir escribiendo.


sábado, 6 de octubre de 2012

Estrela


El viajero, entonces, toma lentamente posesión de la situación y decide. Es tarde para todo. Las calles vacías se sirven de una luz demasiado amarilla que solo es útil para fabricar sombras.

En casa, tan lejos, no le espera nadie. Acaso unas zapatillas a la deriva, debajo de la cama, y un montón de ropa sin suerte que aguarda ser planchada.

Está solo y caminando al azar ha tropezado por fin con un hotel que puede valer. Mañana será otro día, sentencia.

¿Será?

Así sea, concede la vida.

Amanece en Guarda que bien guardó sus sueños. A los pies de Serra da Estrela. Una amiga le dijo que en tal sitio sólo se podía aguardar tocar la luna con los dedos. Aunque la luna está lejos, nada es imposible si se desea con toda el alma.

Ya en el camino, al viajero le parece que las carreteras llevan demasiado allá y a veces desearía que nada más estuviese a su alcance imaginar los lugares por los que transita.

Las coordenadas geográficas lo circunscriben a un rinconcito mágico del mundo. En el espacio que ocupa, los días tienen la particularidad de volverse casi, casi eternos. Uno se despista y no es difícil que una jornada acabe pareciendo una vida entera.

Viajar a solas permite hablarte de usted. Vivir por un rato en la frontera de uno mismo. El paisaje descarnado le recuerda a su interior. La tierra viva también soporta en su rostro el peso de los años. Semeja que camine por el tiempo que nadie recuerda. De vez en cuando, un automóvil en dirección contraria le devuelve que está vivo, que tiene un nombre, un presente más o menos cierto.

Seia es apacible. El viajero se sienta en la terraza de Zé Manuel, al borde del camino, y se entretiene contando pulsaciones. En la iglesia de la Misericordia, ausente de materia humana, los cuadros de Lucas Marrão disertan en susurros acerca del principio del mundo, el perdón y la redención.

A Gouveia llega el viajero cansado pero inmerso en una sensación de paz embriagadora. Es el final de la tarde. Sobre su espalda cabalga el peso de glaciaciones y miles de metros de roca.

Gouveia es apacible como el desamor que no importa.

El sol del otoño invita  al viajero a perderse con reincidencia por calles que, a la postre, acaba por memorizar e incorporar a su geografía secreta.

El ayuntamiento abre sus puertas y el viajero se interna hasta alcanzar un atrio baldío cuya sobriedad solo se ve quebrantada por el crepitar del agua de un grifo sobre un estanque. Con la esperanza de un motivo que le ayude a volver a casa, pasea los corredores hasta que tropieza con las instrucciones precisas:

A eternidade não se mide pela sua duração mais pela intensidade con que a vivemos.

Virgilio Ferreira “Contra Corrente”

De regreso, la luna tampoco se deja tocar pero acepta descontar kilómetros con el viajero.

Ella es así, puede caminar contigo toda la noche, pero jamás caminará por ti.