martes, 24 de diciembre de 2013

Sopa



Las tiras de luces enroscadas en los árboles o cruzando la calle de lado a lado, no dejan lugar a dudas. Florecen en las esquinas repentinos abetos de geometrías perfectas, con las acículas incendiadas de platino. Los escaparates también se ven contaminados por la pasión lumínica…parecen noches estrelladas o amaneceres de oro puro…

Tal vez acosado por esa epidemia colorista, decides alejarte de la masa ciudadana y refugiarte en el hogar, como un comandante acuartelado en espera de noticias para la tropa.

Cuando ya nada se espera, más que la pacífica extinción de la jornada, suena un par de veces el teléfono y una voz cálida te enfría el ánimo. Según parece, el padre de tu amiga I ha abandonado este mundo de luz y color, esa misma mañana y de forma fulminante.

Tras una breve discusión interna sobre qué hacer, tomas el abrigo, te afianzas dentro de él contra la noche, y recorres la ciudad, ahora oscura, hasta llegar al polígono industrial donde se ubica el tanatorio…

Entras sin querer en un espacio demasiado caliente y atestado de olor a incienso. Los suelos transparentes reflejan tu sombra amorfa caminando. Dos túmulos tienen vida para despedir a los que se marchan…son como dársenas de la estación de autobuses.

Te causa honda conmoción el escenario. Es una afección de siempre, nada nuevo por aquí. Ningún rostro te resulta familiar. La gente charla animada en un ciclo mil veces repetido de frases ajustadas al guión.

Por fin topas a I, sentada en un sillón, noqueada, con el rostro enrojecido por el golpe, los ojos alicaídos contra el suelo. Su novio le pasa la mano por la espalda, creo que para conseguir que no pierda el equilibrio.

La abrazas. La besas. Cuentas mentalmente las palabras que vas a decir y te quedas en silencio. El encuentro dura apenas un puñado de minutos. Suficiente.

En un corazón sano lastima más la duda que la certeza: ¿Qué toca ahora? ¿Cuáles son los próximos pasos a dar? ¿A dónde van los ausentes cuando ya no están con nosotros?

Regresas a casa bajo el delicado chorro de luz. Piensas en I, en la noche buena al otro lado de la esquina. Imaginas a I tomando lentamente una sopa caliente que revuelve unas cuantas veces en la boca antes de tragar y que apenas sirve para pacificar su ánimo. Captas el perfume animoso de su sopa, que se infiltra por la nariz y se guarece enseguida en un compartimento secreto de la memoria.

Sí, la próxima nochebuena pensaré en I…en su sopa, en la delicada filigrana de la vida que nos deja boquiabiertos y extrañados, en las preguntas para las que solo nosotros tenemos respuesta…

Buena noche a tod@s, donde quiera que estén.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Cien

Cien entradas y ni una sola salida.

Cien postales solo para tus ojos.

Cien palpitantes trozos de vida. Cien papeles al viento. Cien fatigas cien veces apagadas.

Cien pájaros a volar. Cien suspiros. Cien comienzos y cientos de finales.

Cien penas huérfanas en busca de autor. Cien sentidos por minuto. Cien metros por recorrer a cada segundo.

Cien y nada más que cien.

Cien post.

Cien soles y centenares de lunas.

Cien mañanas y cien noches sin mañana.

Cien docenas de besos. Cien razones para acordarme de ti y de usted.

Cien palabras para no decirte más que nada.