Cuidado, un hombre solo podría cambiar el mundo en un descuido
del todo igual. Siempre y cuando disponga de un punto de apoyo, claro.
Grégoire Ahongbonon nació en Benín y se gana la vida reparando
neumáticos. Acuciado por las deudas de un negocio que embarrancaba, acosado por
acreedores y desolación, decidió
emprender camino incierto y paso a paso peregrinó hasta Jerusalén.
Todo peregrino sabe que es imposible que un mismo hombre incie y termine un viaje de esa magnitud. Entre medias dista siempre un abismo, este de ahora
y aquel de entonces no aguantan la mirada a cada lado del espejo.
Grégoire Ahongbonon cree en la providencia. A su regreso primero
conoció la situación de los enfermos sin recursos en hospitales, después fueron
los presos en las cárceles, más tarde llegó a la dura realidad de los enfermos
mentales en África. Desterrados del hogar que los ve nacer, languidecen
encadenados por el pie o el cuello bajo la sombra de un árbol, enterrados por
el polvo, o en el cobertizo que los esconde de la mirada y la burla.
Grégoire Ahongbonon se volvió loco con la visión y guiado por
una luz interna que le hablaba a todas horas, decidió liberar cadenas. Así que
fue rescatando y acogiendo en casas donde se dispensa alimento, techo, cariño
y un oficio. No hay mejor remedio que la aplastante lógica descrita.
Grégoire Ahongbonon dice que hay lunes y jueves en los que no se
sabe si se podrá comer un martes o un viernes. No importa, el caso es caminar.
Observo una foto de este diletante, mientras va cayendo la noche
sobre la azotea. No puedo dejar de pensar que ese tipo de tez oscura como el
carbón y mirada obstinada, está mal de la cabeza y es incorregible.
Cuidado con la gente así; uno
es el mundo y el mundo es lo que uno es.
Debe de tratarse de una epidemia, se me antoja, porque hace unas
semanas, uno al que le dicen G., reunió en un pueblo mediterráneo algo más de
cuatro docenas de hombres, mujeres y niñ@s bajo el pretesto de un encuentro de
familias.
La primera noche, con la concurrencia expectante sentada en
corro, G explicó con meridiana solvencia la motivación del encuentro que se
habría de prolongar durante días: lo que
no se da, se pierde.
Fuera brillaba una luna llena soberbia y supe que algo está a punto de
suceder.
Gregorie Ahongbonon, Association St.Camille de Lellis.
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