miércoles, 18 de julio de 2012

Ahongbonon


Cuidado, un hombre solo podría cambiar el mundo en un descuido del todo igual. Siempre y cuando disponga de un punto de apoyo, claro.

Grégoire Ahongbonon nació en Benín y se gana la vida reparando neumáticos. Acuciado por las deudas de un negocio que embarrancaba, acosado por acreedores y desolación, decidió emprender camino incierto y paso a paso peregrinó hasta Jerusalén.

Todo peregrino sabe que es imposible que un mismo hombre incie y termine un viaje de esa magnitud. Entre medias dista siempre un abismo, este de ahora y aquel de entonces no aguantan la mirada a cada lado del espejo.

Grégoire Ahongbonon cree en la providencia. A su regreso primero conoció la situación de los enfermos sin recursos en hospitales, después fueron los presos en las cárceles, más tarde llegó a la dura realidad de los enfermos mentales en África. Desterrados del hogar que los ve nacer, languidecen encadenados por el pie o el cuello bajo la sombra de un árbol, enterrados por el polvo, o en el cobertizo que los esconde de la mirada y la burla.

Grégoire Ahongbonon se volvió loco con la visión y guiado por una luz interna que le hablaba a todas horas, decidió liberar cadenas. Así que fue rescatando y acogiendo en casas donde se dispensa alimento, techo, cariño y un oficio. No hay mejor remedio que la aplastante lógica descrita.

Grégoire Ahongbonon dice que hay lunes y jueves en los que no se sabe si se podrá comer un martes o un viernes. No importa, el caso es caminar.

Observo una foto de este diletante, mientras va cayendo la noche sobre la azotea. No puedo dejar de pensar que ese tipo de tez oscura como el carbón y mirada obstinada, está mal de la cabeza y es incorregible.

Cuidado con la gente así; uno es el mundo y el mundo es lo que uno es.

Debe de tratarse de una epidemia, se me antoja, porque hace unas semanas, uno al que le dicen G., reunió en un pueblo mediterráneo algo más de cuatro docenas de hombres, mujeres y niñ@s bajo el pretesto de un encuentro de familias.

La primera noche, con la concurrencia expectante sentada en corro, G explicó con meridiana solvencia la motivación del encuentro que se habría de prolongar durante días: lo que no se da, se pierde.

Fuera brillaba una luna llena  soberbia y supe que algo está a punto de suceder.

Gregorie Ahongbonon, Association St.Camille de Lellis.

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