lunes, 15 de octubre de 2012

Fabián



Dice Warhol que un artista es una persona que produce cosas que la gente no necesita pero que por alguna razón cree que es bueno dárselas a los demás.

Dice Aldecoa, Ignacio que el creador auténtico está solo, total y definitivamente solo; es un animal de fondo al que no lleva la corriente. Y esa es su grandeza y su aventura.

Llueve. Te quedan por delante cuatro horas de viaje lo menos. Así que conectas la radio y buscas una emisora cómplice donde sabes bien que, a esa hora, es fácil que lancen al aire canciones como arco iris.

Te presentan un cantante cualquiera. Un tipo que dice habitar en una ciudad de provincia con nombre de felino. Porque se puede ser artista y vivir honestamente sin residir en el centro del mundo, ni dedicarte en cuerpo y alma a ser lo más de lo más posando. Basta con escribir canciones donde cada palabra es capaz de arrastrar la siguiente, musicarlas con destreza, armonía y una pizca justa de brillo, llevarlas al escenario con cuidado de no romperlas, tan frágiles que son.

Escuchas la primera y es como si alguien te hubiese puesto la yema de su dedo sobre la fina piel del corazón. Llueve. De la segunda también sales indemne, pero algo te dice que la voz que canta como quien cuenta secretos, viene para quedarse.

¿Cómo haremos para conocer las cosas que creemos importantes?

El camino se deja hacer. El cálculo de horas previstas no defrauda.

Otro día, buscas aquel músico en la computadora y no te cuesta mucho dar con él.

Puedes comprar en la web sus discos autoproducidos. Es sencillo. Puedes escuchar sus canciones tantas veces como quieras. Es de agradecer. Puedes participar en la financiación de su próximo disco…

Te fascina la gente así. Aquellos que son capaces de caminar una vida sin más viático que el arte que les corre por las venas. Sin atender a razones, ni a reglas de juego. Sobreviven simplemente porque están convencidos de que hacen justamente eso que han venido a hacer al mundo y ninguna otra cosa.

Te descargas Adios Tormenta. Te subes al coche. Lo conectas. Llueve. Así da gusto conducir, sabiendo lo que te espera detrás de cada curva.

Más poesía por favor, que el mundo palidece.


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