martes, 1 de enero de 2013

13



Todo pasa, la vida no entiende de semáforos.

El profundo sueño de un oso, ese bendito letargo, está cargado de actividad reparadora. El pájaro que descansa sobre el alambre, resiste al invierno y hace planes de futuro. El gato, al borde de la calzada, medita antes de la riesgosa tarea que supone llegar al otro lado.

Cualquier árbol sabe que su vida es un viaje cargado de pasajeros anónimos.

Solo este humano quejoso parece divagar sin rumbo. Cualquier tercero que lo observase diría que vive en una caja oscura, a tumbos con el mobiliario.

La noche fue demasiado larga, demasiado espesa y demasiado fría. 

Al amanecer, sombras de atletas corren a sus espaldas, sortean pinos majestuosos y raíces que la tierra no puede contener. Las olas...ay las olas, parecen querer salirse del océano, como si sobrasen.

Un desastrado camina con traje al borde de la arena, parece un sonámbulo dentro del sueño de otro.

La brisa le despeina el corazón. Le duelen las piernas de tanto caminar hasta arribar al lugar de la cita justo a tiempo. Hubo momentos en los que pensó que ya no lo lograría, jornadas aciagas y cargadas de dudas de las que oxidan el ánimo. Se equivocó muchas veces y aprendió a pedir perdón cuando era muy tarde. Pensó en sí misma muchas más veces que en el otro. Quebró su voluntad después de haber prometido que no volvería a suceder. Durmió sola tantas noches y tuvo frío.

Ahora queda apenas el rastro del aire helado en los pulmones y esa tos improductiva de los catarros mal curados.

Conviene levantarse, poner pie tras pie y confiar en que nada malo podrá sucederle en un año que tiene la delicadeza de comenzar en Martes y 13. 

El espectáculo debe continuar, ¿no les parece?

Foto: Rocío Brage

1 comentario:

  1. "...ay las olas, parecen querer salirse del océano, como si sobrasen" - Genial!

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