¿Cómo
reconoceremos lo que es de verdad?
Algunas
puestas de sol, la única mano amiga que queda cuando ya nada se espera, el silencio
cómplice de tu secreto…poseen, de forma innata, tan extraña propiedad. También las Fragas do Eume, a principios
de primavera, saben qué responder.
Tal
esencia no se explica por su física, ni por su química. No depende del
electromagnetismo. Nada tiene que ver con lo cuántico. Es más bien un estado
puntual y pasajero del alma. El instante mágico en el que uno sabe que las
cosas son así, por pura sencillez.
Conocí
un tipo que se apresuraba a pisar cada colilla que encontraba brillando en la
acera. Temía que en un descuido cualquier tarado incendiase el mundo.
El
sábado, en la azotea, levantabas la cabeza y podías ver como el monte se
evaporaba en una inmensa nube gris que engordaba como un obeso fuera de
control. El olor a quemado aun no se me quitó de la sangre.
1.000
hectáreas incendiadas no pueden liberar tal magnitud de energía y que todo siga
igual. La onda expansiva terminará por borrarnos de la faz de la tierra y
entonces sí, la vida continuará, después de un bostezo, como si tal cosa,
mientras se sacude el polvillo de ceniza del traje nuevo.
Van tres
días desde entonces y aun no pude encontrar un adjetivo para describir el
paisaje después de la batalla. Será que no cabe.
Foto: Ángel Manso. La Voz De Galicia.
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