martes, 7 de mayo de 2013

González



Ayer por la tarde se murió el poeta Ángel González…

…bueno, en realidad no fue ayer…

…pero la mirada mestiza y atenta de un perro, la erizada superficie perlada del atlántico, una fiera cadena de siglos anudada a las piernas, más un maltraído cumpleaños que hace de las suyas, me hizo echar tanto, tanto, tanto de menos la enloquecida fuerza del desaliento…que su presencia se hizo evidencia en cuestión de segundos…

Después partió a toda prisa y con rumbo cierto, como deben de hacer los que tienen de su lado toda la eternidad.


Para que yo me llame Ángel González,      
para que mi ser pese sobre el suelo,    
fue necesario un ancho espacio          
y un largo tiempo:       
hombres de todo mar y toda tierra,    
fértiles vientres de mujer, y cuerpos  
y más cuerpos, fundiéndose incesantes           
en otro cuerpo nuevo.  
Solsticios y equinoccios alumbraron   
con su cambiante luz, su vario cielo,   
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.   
De su pasaje lento y doloroso  
de su huida hasta el fin, sobreviviendo           
naufragios, aferrándose         
al último suspiro de los muertos,         
yo no soy más que el resultado, el fruto,        
lo que queda, podrido, entre los restos;          
esto que veis aquí,       
tan sólo esto:  
un escombro tenaz, que se resiste      
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan  
a ningún sitio. El éxito            
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...
 

Ángel González.

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