Ayer por la tarde se murió el poeta Ángel González…
…bueno, en realidad no fue ayer…
…pero la mirada mestiza y atenta de un perro, la erizada
superficie perlada del atlántico, una fiera cadena de siglos anudada a las
piernas, más un maltraído cumpleaños que hace de las suyas, me hizo echar
tanto, tanto, tanto de menos la enloquecida
fuerza del desaliento…que su presencia se hizo evidencia en cuestión de
segundos…
Después partió a toda prisa y con rumbo cierto, como
deben de hacer los que tienen de su lado toda la eternidad.
Para que
yo me llame Ángel González,
para que
mi ser pese sobre el suelo,
fue
necesario un ancho espacio
y un
largo tiempo:
hombres
de todo mar y toda tierra,
fértiles
vientres de mujer, y cuerpos
y más
cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro
cuerpo nuevo.
Solsticios
y equinoccios alumbraron
con su
cambiante luz, su vario cielo,
el viaje
milenario de mi carne
trepando
por los siglos y los huesos.
De su
pasaje lento y doloroso
de su
huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios,
aferrándose
al
último suspiro de los muertos,
yo no
soy más que el resultado, el fruto,
lo que
queda, podrido, entre los restos;
esto que
veis aquí,
tan sólo
esto:
un
escombro tenaz, que se resiste
a su
ruina, que lucha contra el viento,
que
avanza por caminos que no llevan
a ningún
sitio. El éxito
de todos
los fracasos. La enloquecida
fuerza
del desaliento...
Ángel González.
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