lunes, 20 de mayo de 2013

Vida



No te conozco pero podría reconocerte en medio de una multitud. Todo lo que sé de ti, me lo han contado. Todo lo que cuento de ti, lo he imaginado.

Así que te veo aparecer por el fondo del pasillo, con las manos en los bolsillos y aire decidido. Exultante. Te acompaña tu esposa e hijo, uno por cada lado, ellos con el gesto un tanto más indeciso, carentes de tu emoción sin control. Pero tú no los ves, no reparas en ellos…

Andas por los sesenta, pocas canas, algunas entradas, cuerpo rotundo y mirada de buen tipo.

Es una mañana de consulta hospitalaria, todo bien. Muy temprano acudiste junto a tus acompañantes a la revisión de tu nuera. La ecografía dijo que sería una niña cuando todos pensaban en un niño. Después os despedisteis, ella regresaba al trabajo y a ti te tocaba consulta rutinaria por ese problema que desde hace un par de años mantiene la comida y el alcohol a raya.

Y en espera estás cuando se abre la puerta y la enfermera señala tu nombre. Es tu hijo quien te toma del brazo, entonces eres por fin consciente de que llegó tu turno.

Es una niña, recuerdas, fantástico.

Te sientas ante la mesa del facultativo. Habláis de todo y nada. El ambiente está cargado, así que desabrochas un botón y de paso te dejas ir a otro lugar más agradable mientras tu hijo y el especialista intercambian opiniones como si estuviesen tratando de venderte algo.

El galeno tiene una calva brillante y los ojos cansados, tras unas grandes gafas cuyos aumentos distorsionan el tamaño de sus ojeras.

Entonces pronuncia tu nombre, seguido de las palabras que resumen las analíticas realizadas. Sin demasiada demora completa el diagnóstico y con mucha suavidad te anuncia que han descubierto un tumor del tamaño de una pelota de golf en ese órgano vital al que con tanto mimo has tratado en los últimos años.

Complicado operar, dice. Se podría intentar un abordaje químico, si a ti te parece bien.

Tu esposa solloza. Tu hijo siente cosas que jamás será capaz de narrar.

Piensas en la pelota de golf que va creciendo a cada instante. Piensas en la imagen y el movimiento de ese ser tan minúsculo que retrataba la ecografía. Un ser tan perfecto, tan delicado, tan hermoso…

De repente toda la vida cobra sentido. No se lo puedes explicar a nadie pero además de miedo sientes un gran alivio por dentro.

Ahora sabes que nada fue porque sí, que nada malo te puede pasar.





(Hoy lunes entrarás en un quirófano, a dirimir entre el sí y el no. Que los Dioses sean contigo.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario