viernes, 11 de octubre de 2013

Repetición


Otra vez la luz se filtró por los poros de la persiana hasta besar las sábanas que la abrazaban. Otra vez resonó el canto bullicioso y desordenado de pájaros nerviosos guiados por instrucciones precisas para el nuevo día.

Otra vez las estrellas se borraron del firmamento y cabalgaron lechosas bandadas de nubes contra un cielo azul recién pintado.

Otra vez el frescor del amanecer inundó el cuarto y trajo voces y fluir de líquidos por las cañerías de la casa. La vida avanzaba de nuevo imparable, descontrolada como un ejército de actos involuntarios encadenados.


Y otra vez se quedó, ella, bajo las sábanas, sometida a la inconsistencia de sus músculos, quieta, inservible, arrastrando los ojos de un lado a otro, como luces intermitentes, aguardando, otra vez, a que alguien le diese la vuelta y la enfrentase al techo, otra vez.


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