viernes, 11 de julio de 2014

Venganza

Ojo por ojo y el mundo se quedará ciego

La historia viene de lejos, es bien conocida, pero precisamente por eso conviene contarla otra vez.

Érase una vez una ciudad sagrada, dividida en dos por una frontera invisible, sinuosa, un fino alambre sobre el que balancearse peligrosamente.

Estratégicamente ubicados en cada lado de la frontera, elevados, velando por los sueños y el orgullo de su pueblo, dos ojos que apenas pestañean. Dos soldados en imaginaria. Dos vigilantes que guardan y hacen guardar la ley, caiga quien caiga…

Dos francotiradores impolutos que abrazan su gatillo como si acariciasen su propia alma. Como el accionamiento metálico es sensible y el umbral de la provocación está por los suelos, cada vez que algo se sale de su sitio, al otro lado de la frontera: calibran, apuntan y derriban.

Entonces el tirador del otro lado, siente la sangre del caído lastimando su ojo, pues desde su privilegiado puesto de guardián es capaz de verlo todo. En represalia por la afrenta, despiadada e injusta (esto no admite discusión) procede, por el bien de su pueblo, conforme a los siguientes pasos: busca, calibra, apunta y derriba. Así tres veces. Porque cada vida de su lado equivale a tres del otro. Lejos de cerrar aquí el episodio, el lado contrario percute de inmediato seis veces sin errar ni una sola. Porque tres vidas de su lado merecen seis del otro para sanar la afrenta…

Tardarán días en detenerse, es la inercia.

Además, todos los derribados suponen una causa justa, faltaría más.

Nadie sabe cómo empezó pero sí como continuará. A unos nunca se les cansa el dedo sobre el gatillo, a los otros jamás se les acaban las cabezas que ofrecer en sacrificio. Unos son el pueblo elegido, otros se declaran el pueblo oprimido. Unos fueron perseguidos sin piedad y ahora persiguen sin piedad. Otros aceptan su sufrimiento y siempre encuentran una piedra con la que ofender…

¿No se cansan de su esfuerzo inútil? ¿No les agota tanta derrota repetida? ¿No les aterra vivir enamorados de en un destino en el que exterminas o eres exterminado?


El infierno es una batalla que no se puede ganar jamás.  

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