viernes, 15 de mayo de 2015

Cumpleaños



Despierta a media tarde, urgido por una prisa de no sabe qué, con la tv ladrando en vacío, platos y tarteras por fregar y una tormenta de voces sin sentido que se cuelan por la ventana entreabierta…

Se incorpora, apenas. Recapacita. Recupera espacio y tiempo. Un sueño pesado y molesto se disuelve en el aire, sin más resto que una enfermedad incurable acechando…

Sí, es su cumpleaños. Casi lo había olvidado, pero ahí estaba la fecha, bailando una lenta en un mes cargado de luz y polen.

Hace algo de frío, está definitivamente destemplado. De repente, siente la necesidad de sentir. De sentir como nunca antes, como si estuviese recién nacido. Cierra los ojos y está encaramado a un árbol fuerte, que se las promete centenario, cargado de pequeños frutas rojas y ramas apuntando al cielo sin descanso. Es el mejor amigo, testigo de tardes eternas en días iguales. Trepa a lo más alto cada vez que nadie le ve, dispuesto a salir volando, soñando futuro…

Después, sigue avanzando sobre las baldosas gastadas del pasillo de un instituto. Discreto, cabizbajo. Inundado de conjeturas, flaquezas, deseos que no puede tocar, noches en vela sin motivo aparente y algún que otro sueño secreto e imborrable. Camina en silencio, sin alzar la voz ni llamar mucho la atención, no vaya a ser que todo se rompa...

Si apura un poco el paso, aparece aposentado en un aula universitaria, tratando de traducir las palabras del profesor a un lenguaje reconocible, más atento a la vida que pasa por los ventanales, queriendo irse tras las huellas todo aquel que transita. Descubre, con sorpresa, que posee un alma blanquísima que poco a poco se va enturbiando. Estas son las reglas: se da la vida por un amigo, no existen imposibles, el corazón late a 180 por minuto en estado de reposo.

Ah, después la vida se torna más espesa, menos flexible, a medida que va descubriendo lo que ya no será. Atrapado en farragosas tareas que ocupaban horas y horas, que le volvían a uno pura programación, acción y reacción. Amanecer, oscurecer. Cansancio en bruto…

¿Cuántas cosas se fueron quedando por el camino? ¿Cuántas comparten sofá con él, allí mismo?  

Y sigue amaneciendo...sigue amaneciendo contra viento y marea, envuelto en agua y luz, porque no cabe otra. Sigue amaneciendo por increíble que pueda parecer.

Entonces, el futuro era esto, piensa. Una casa de 45 metros cuadrados, cinco días laborables y dos festivos, ganas de seguir y una melodía leve que guía los pasos....

Van cuarenta años y parecieron el trozo de una siesta. Al menor descuido, habrá pasado la vida entera. Como si en vez de esperar quien sabe qué en el sofá de casa, mientras la tv continúa a lo suyo, aguardase en un banco por un autobús que no acaba de llegar.

Busca la hora en la muñeca y al instante recuerda que hace mil años que no viste reloj.

Feliz cumpleaños, compañero. Va por ti. 


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