Somos al menos tan frágiles como la luz de todas las
mañanas que dejamos atrás.
A veces príncipes, a veces mendigos.
A veces princesas, a veces no.
Frágiles al modo de los enfermos terminales, que ninguna
palabra tuya bastará para sanarlos.
Como la sangre fuera de sus conductos que enseguida se frena,
así de frágiles somos.
Frágiles cual destello de faro en la intemperie, o grano
de arena en la cuenta infinita del universo, o lluvia fina que cae, verso
suelto, sobre un polígono industrial.
Por nuestra composición química, la física de nuestras acciones
y la biología del presente, somos frágiles.
Lo somos, sí, y ya no hay nada más que decir, salvo lo
terriblemente frágiles que somos.
Frágiles a flor de piel y en el fondo del corazón.
De mayor a menor y de menos a
más.
Hace días que he descubierto este blog y no deja de sorprenderme, gratamente. Admiro la sensibilidad de sus palabras, de la forma y del contenido. Seguiré sus entradas atenta a nuevas reflexiones.
ResponderEliminarUn cordial saludo
Begoña
www.ayudaenduelo.com