lunes, 23 de septiembre de 2013

Mutis



Llegó el otoño, y se cayó la primera hoja marchita.

Esta mañana, al abrir el periódico, me topé con la noticia de que un tal Álvaro Mutis había fallecido en Ciudad de México y que en una funeraria de un lugar llamado San Jerónimo velaban, a esa misma hora, su cuerpo.

Yo he dado varias veces la vuelta al mundo con alguien de idéntico nombre, pero imposible que fuese la misma persona, pensé, porque esta misma mañana, mientras desayunaba, le vi sentado en un sillón giratorio que tengo delante de la ventana de la sala de estar. No hice ruido para no molestarle, parecía muy cansado y un poco distraído. Lo que es seguro es que estaba vivo.

Agitado por la duda, escribí de inmediato a un amigo que vive en el D. F., para rogarle que, si tenía un ratito, visitase la funeraria del citado barrio y aportase un poco de luz. Es lunes y tendrá que trabajar, pensé, pero tal vez la aventura le tiente.

Es un buen amigo y enseguida respondió a mi requerimiento. En efecto, era Lunes y tenía que trabajar. En breve entraría en una junta, además, San Jerónimo quedaba a varios días de viaje a caballo. Está claro que soy incapaz de imaginar cuán grande es el D.F.

No obstante, creo que para tranquilizarme, mi amigo me dijo que ambas cosas eran perfectamente posibles, es más, el hecho de que lo estuviesen velando en San Jerónimo, hacía posible que yo le hubiese visto sentado en la sala. Me dijo que no me preocupase, que todo estaba bien.

Al volver este mediodía a casa, le busqué pero no le encontré. Todo estaba extrañamente en su sitio. Ni siquiera una huella de más en el sillón giratorio. Maldije mi suerte por vivir en una ciudad tan alejada del mar. Si fuese de otra forma, juro que hubiese salido disparado a enrolarme en el primer mercante de aspecto oxidado que hubiese encontrado.

Juro que así habría sido.

Tal vez aun fuese quien de encontrar a uno que le dicen Maqroll, a estas alturas, el único capaz de sacarme de dudas. Y ya de paso me decidía, de una vez por todas, a emprender una larga travesía que diese un poco de sentido a esto de estar vivo.

En fin, como la esperanza es lo último que se pierde y también lo único que podemos perder, les diré que Mutis es un tipo alto, de pelo canoso, bigote espeso, mirada lustrosa y capaz de contar verdades como si fuesen las más tristes mentiras.

Si lo ven por ahí, le dicen por favor que me está debiendo una historia.


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