Llegó el otoño, y se cayó la primera hoja
marchita.
Esta mañana, al abrir el periódico, me topé
con la noticia de que un tal Álvaro Mutis había fallecido en Ciudad de México y
que en una funeraria de un lugar llamado San Jerónimo velaban, a esa misma hora,
su cuerpo.
Yo he dado varias veces la vuelta al mundo
con alguien de idéntico nombre, pero imposible que fuese la misma persona, pensé,
porque esta misma mañana, mientras desayunaba, le vi sentado en un sillón
giratorio que tengo delante de la ventana de la sala de estar. No hice ruido
para no molestarle, parecía muy cansado y un poco distraído. Lo que es seguro
es que estaba vivo.
Agitado por la duda, escribí de inmediato a
un amigo que vive en el D. F., para rogarle que, si tenía un ratito, visitase la
funeraria del citado barrio y aportase un poco de luz. Es lunes y tendrá que
trabajar, pensé, pero tal vez la aventura le tiente.
Es un buen amigo y enseguida respondió a mi
requerimiento. En efecto, era Lunes y tenía que trabajar. En breve entraría en
una junta, además, San Jerónimo quedaba a varios días de viaje a caballo. Está
claro que soy incapaz de imaginar cuán grande es el D.F.
No obstante, creo que para tranquilizarme,
mi amigo me dijo que ambas cosas eran perfectamente posibles, es más, el hecho
de que lo estuviesen velando en San Jerónimo, hacía posible que yo le hubiese
visto sentado en la sala. Me dijo que no me preocupase, que todo estaba bien.
Al volver este mediodía a casa, le busqué
pero no le encontré. Todo estaba extrañamente en su sitio. Ni siquiera una
huella de más en el sillón giratorio. Maldije mi suerte por vivir en una ciudad
tan alejada del mar. Si fuese de otra forma, juro que hubiese salido disparado
a enrolarme en el primer mercante de aspecto oxidado que hubiese encontrado.
Juro que así habría sido.
Tal vez aun fuese quien de encontrar a uno
que le dicen Maqroll, a estas alturas, el único capaz de sacarme de dudas. Y ya
de paso me decidía, de una vez por todas, a emprender una larga travesía que diese
un poco de sentido a esto de estar vivo.
En fin, como la esperanza es lo último que
se pierde y también lo único que podemos perder, les diré que Mutis es un tipo
alto, de pelo canoso, bigote espeso, mirada lustrosa y capaz de contar verdades
como si fuesen las más tristes mentiras.
Si lo ven por ahí, le dicen por favor que
me está debiendo una historia.
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