viernes, 21 de noviembre de 2014

Cottolengo



No se lo voy a contar, no se lo voy a describir. No puedo y no sé.

Les dejo aquí sus normas para el día a día, puede ser de su interés tenerlas presentes antes de poner el pie en la calle cada mañana.

1.- No valores nunca las apariencias, ni busques compensaciones en la entrega. Sería comercializar el amor.

2.- Se discreto en las conversaciones; es fácil patinar y la intimidad de las personas es sagrada.

3.- No juzgues lo que te desagrada o no entiendes. Pregunta: es más fácil y provechoso. Guarda tus iniciativas y criterios en algo que desconoces en profundidad. Recuerda que has venido a servir y que el Cottolengo es una familia y todas tienen costumbres a las que hay que adaptarse…

4.- ¡Acompaña pero no sustituyas al enfermo en aquello que puede hacer! Recuerda que la eficacia puede ser enemiga del amor y que frente al sufrimiento, el silencio es una forma de compartir. No te sirvas del enfermo para desahogar tus problemas. Jesús vino a compartir.

5.- Procura controlar tus emociones y evitar las miradas de asombro, sé sencillamente amable.

6.- Cualquier servicio que hagas, aunque no esté relacionado directamente con el enfermo, como limpiar zapatos, barrer, limpiar carros etc. es tan importante como darle de comer o acostarlo. Hagas lo que hagas, el servicio al enfermo está presente hasta en las cosas más pequeñas.

7.- Al entrar en el Cottolengo, procura dejar tus preocupaciones fuera. Los primeros tiempos pueden ser difíciles. Todo es cuestión de constancia.

8.- Ven a ayudar a los enfermos en todo lo que puedas, pero sobre todo hazles compañía y conversa con ellos. Tú palabra y sincera amistad serán muy apreciadas.

9.- Excluye de tu trato con los enfermos toda superioridad o paternalismo. No les trates con ternura infantil o como anormales. Tienes mucho que aprender de ellos.

10.- No presentes al enfermo nuestra sociedad de consumo, el mundo “exterior” como “ideal”. Primero, porque no es verdad. Segundo, porque no le ayuda a aceptar su vida sino a envidiar otras. La aceptación es su mayor riqueza y tenemos que aprenderla también nosotros. Tal vez con el tiempo te des cuenta de que el Cottolengo es mucho más “real” de lo que parece.

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