La historia de una vida se resume en un olor a flores más un
variado compendio de cintas doradas…recuerdo
de tus amigos…recuerdo de tus primos de aquí….recuerdo de tus primos de allá…
Sinfonía de violines que recorre campos recién empapados,
acaricia árboles centenarios y se posa donde mejor puede: las ramas, los
hombros, los charcos.
Al Sur, la capa de nubes parece desgajarse de la tierra, como si
lloviese desde el suelo. Al Oeste, la tapia de nubes se ve perforada por los
rayos del sol que enfocan un lugar discreto en la llanura. Según cae, la
estrella amarilla hiere de anaranjado el pavimento celeste y su mirada se
expande.
Al Este, una luna plateada observa en silencio la escena y calla
porque sabe que ese es su mejor presente.
Escaparemos por el Norte; cuando llegue la hora, cuando sea
tarde.
Contra un vallado descubro una sombra tenaz y aunque no respira,
distingo bien dos orejas alzadas, la mirada de un lobo y la oscura pelambre de
la noche salvaje.
Una columna de aves cruza muy arriba, unidades alineadas tal que
si se deslizasen por caminos marcados que solo ellos distinguen. Un movimiento
es todos los movimientos. Después, en la arboleda, grazna un trío negro que no
ceja en el empeño hasta alguien rapara en ellos.
Las láminas que el sol desprende, continúan perforando agujeros
de colador en la alfombra blanca.
La música de violines serena el aire. Si todos callasen, si
todos respetasen el silencio, campo y bosque se verían tomados por una música
preciosista capaz de tornar visible lo invisible.
Giro 360º…el ojo humano capta matices que la lente ignora…inútil
tomar muestras.
Las hojas de los árboles que no sé nombrar se resisten a teñir
de marrón la piel y yo no sé dormir por las noches. La vida está cargada de señales
y no vamos a poder ignorarlas todas.
Mira, huele, toca, escucha, saborea…pero por favor, no utilices
los sentidos…ya no te sirven para nada.
Ahora discúlpenme, parto a toda prisa en busca de alguien
que me regale un abrazo urgente.
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