Fin termina como empieza Inicio.
Desde tu terraza se divisa el campo sobre el que va
tomando lenta posesión el otoño. Los días se achican por minutos, como si les
doliese la luz. El cielo tiene, en esa tarde, un hermoso velo color de
vainilla.
Lloverá, creo que dicen los grises que asoman…
Aunque vives a toda prisa, no conocí a nadie que
disfrutase tanto la lentitud del momento. Posees el don del ritmo preciso para
cada tarea, debes de llevar en el alma un metrónomo. Piensas cada palabra y
siempre encuentras la respuesta en la que ni sobran ni faltan letras. Atesoras
un corazón sin fondo con el que mirar de frente. Careces de fin y luces
principios.
Huele al último rastro del verano. El viento azuza la
copa de los árboles sin llegar a molestarlos. La piel sufre con el paso de la
brisa que queda después de la lluvia. Atrás la playa, se acabó la arena. Finiquitaron
los días que duraban hasta entrada la madrugada.
Toca vida nueva.
Ajustas la mirada en el paisaje y me parece que lo estás
deslizando dentro de ti con mucho cuidado. Ahora ya sabes que tu lugar en el
mundo eres tú, que ningún otro camina por ti porque a nadie le sirven tus
pasos, que por las noches sueñas tu destino y a lo largo del día lo vas
haciendo realidad con hermosa precisión y una sonrisa en los labios.
Nadie dice que no con tanta delicadeza. Nadie es capaz de
confiar tanto en sí misma. Nadie como tú es quien de cumplir todas y cada una
de sus promesas.
En fin, resta cerrar el portal de casa con llave. Echar
una última mirada al jardín, arrebatado por el primer beso que le entrega el
otoño. Subir al coche ligera de equipaje y comenzar a descontar kilómetros de
la cuenta pendiente.
Buen viaje, mi querida amiga, susurran a tu espalda, a
escondidas bajo el cielo de vainilla, recitando aquella oración de Pessoa que
cerraba así:
O valor das coisas nao
está no tempo a que eles duran
mais na intensidade
con que acontecen
por iso existen
momentos inesquecibeis
coisas inexplicaveis,
pessoas incompareveis.
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